jueves, 19 de agosto de 2010

Día cuarenta y cinco. Amet: el muerto pobre y el muerto rico

Trabajo en un edificio ubicado en la intersección de la avenida Abraham Lincoln con la calle Max Henriquez Ureña, en Piantini. Recuerdo que hace unos meses un chirrido constante que venía desde fuera interrumpió las labores de la redacción donde trabajo. Algunos nos aproximamos a una ventana y descubrimos la razón: Un vehículo hacía “ceritos” (giraba sobre su eje) en una esquina hacia el sur de donde estábamos.

Uno de los “jevitos”, uno de los “hijos de papi y mami” haciendo gala de su mega máquina sobre ruedas. Lo hacía en una esquina donde hay varios restaurantes, un domingo. Todavía no eran las 9:00 de la noche. Muchas personas en la acera, parte del mismo club, celebraban la hazaña. Más tarde, varios vehículos subían y bajaban la vía a gran velocidad.

La escena es común en esta vía y, contrario a las famosas y recurrentes redadas de la Autoridad Metropolitana de Transporte (AMET), parece que no existe forma de controlar estas imprudentes acciones. La explicación ante el “descuido” cae de la mata: hijos de personas influyentes. El dinero inclina la balanza

El fin de semana pasado está “divertida práctica” tuvo una víctima. Raúl Vila, de 25 años, murió al chocar su Ferrari en una esquina de la vía de los jevitos, o sea, la Lincoln. Testigos aseguraron que violó una luz roja e iba a una velocidad imprudente. Debió ser bastante la imprudencia de su velocidad, pues el vehículo se partió en dos.

Fuera de la nota trágica, lo sorprendente es que la AMET envió un comunicado excusando al joven. Si, excusándolo y negando lo que testigos presenciales había visto ese sábado en la madrugada.

Ayer, a las 6:00 de la tarde, un agente de AMET mató de un disparó a un joven. El incidente fue bastante confuso. Llegué al lugar una hora después de lo sucedido. Solo vi el charco de sangre. Recogí las versiones. Juanito. Juanito Jiménez Castro. Así se llamaba el muchacho. Me dijeron que los casquillos fueron recogidos del lugar por los agentes. La Policía Científica llegó. Sólo estaba el charco de sangre.

Juanito trabajaba cerca. Salió a buscar su cena y murió. Los motoristas del transporte interurbano (motoconchos) se estaban enfrentando con los AMET en una vía cercana a un sector de clase media, media baja y pobre. Era una de esos operativos en que se trata de poner control con amenazas de multas y incautación a los motoristas que no usan cascos protectores, que no andan con los papeles al día... Por más que pienso no entiendo cómo pudieron llegar hasta el punto de disparar al grupo de motoristas. Pero pasó y Juanito está muerto.

Hoy leo en los periódicos. “Hay agentes apresados”, “…los agentes respondieron a una agresión”, “…formaran una comisión (si, de esas que investigan y nunca se sabe que fue lo que investigaron) con el Ministerio Público para indagar el caso”.

No hay comunicado de AMET. No hay condolencias para la familia de Juanito. La fuerza para el orden es necesaria contra los motoristas, pero jamás se ven tan diligentes para ir a la Lincoln y poner a ralla a los “hijos de papi y mami”, a los que manejan Ferraris a gran velocidad y se pasan una luz roja, a los que hacen “ceritos”. Los operativos nunca van a la Lincoln. Juanito y Raúl son diferentes, aunque estén muertos.