martes, 27 de abril de 2010

Día treinta y seis. Las quejas y las redes sociales


Durante mis años universitarios, mientras estudiaba periodismo, me toco leer algunos textos relacionados con la imprenta, la radio, la televisión, los periódicos y el internet. Todos estos medios de comunicación se convirtieron en su momento en el “último grito” que amenazaba otros sistemas ya establecidos de difusión y relación comunicativa entre los seres humanos.

Cada uno de estos medios significó una revolución en la manera de relacionarnos en su momento. En el caso de la televisión muchos apostaron a la desaparición de la radio, pero eso no ocurrió. Ambas han sabido mantenerse.

La última de ellas, el internet, ha impuesto el cambio también. Este ha conjugado y maximizado todo lo que antes habíamos experimentado. Dio otro giro más a la manera de relacionarnos e, igual a los demás, incluyo lo bueno y lo malo. En los últimos años al internet se ha integrado un elemento que ha dado mucho de qué hablar: las redes sociales.

Las redes sociales son una herramienta de comunicación que no dista mucho de sus predecesores cercanos y lejanos. Es otra forma de comunicarnos, en la que confluyen cosas buenas y cosas malas, porque expresan lo que somos: humanos imperfectos.

Una de las cosas que veo con frecuencia es que muchos usuarios de las redes sociales se quejan de ellas. Sé por experiencia propia que una de las cosas más difíciles para los seres humanos es la de conciliar su contradicciones. Esta es la lucha constante de muchos de nosotros, pero no puedo evitar ver que en esta quejadera de las redes sociales dentro de las redes sociales existe poco sentido común.

“Me molestan los anónimos en mi blog”. “¡Cuántos hipócritas!”. “El facebook es un espacio de chisme”. “Que perdedera de tiempo con el twitter”….etc, etc y etc.

Primero, no acabo de entender el drama con las redes sociales. Se supone que son usadas por seres humanos, personas con defectos y virtudes. Lo que en la vida real está, sale tarde o temprano en la vida virtual. Hasta los que intentan hacerse de una personalidad que no es la suya, un avatar divorciado de sí mismo, en algún momento su “verdadero yo” sale a relucir.

Por otro lado, si tengo problemas con un anónimo en mi blog la misma herramienta me ofrece el medio para controlar eso. No tengo que hacer escenas virtuales exageradas de indefensión. Si considero que el FB es un “espacio de chismosos” y eso me molesta la pregunta se cae de la mata: ¿Qué hago entonces inscrita en el FB? O si es el caso de que las actualizaciones o comentarios de una persona en específico no me agradan, las opciones para borrarlo u ocultar eso contacto están ahí…a menos que el chisme me entretenga tanto.

Esto también aplica, supongo, que en el Twitter. De esta última herramienta no puedo abundar pues no tengo cuenta en esa red social.

Para unos las redes sociales son una herramienta de trabajo. Para otros de entretenimiento. Para otros una simple moda. Para todos es importante siempre saber que esas redes son HERRAMIENTAS, NADA MÁS. NO TIENEN VIDA PROPIA. La vida de las redes sociales se la damos nosotros y si algún defecto tienen ese defecto esta en un solo lugar: NOSOTROS MISMOS.

lunes, 19 de abril de 2010

Día treinta y cinco. Los famosos y sus ayudas


Las tragedias suelen unirnos, pero existen personas que no necesitan de un terremoto como el de Haití para colaborar. Personas que son voluntarios siempre, que ayudan siempre, que se solidarizan siempre. Personas que trabajan en asuntos que no merecen cámaras y que son los primeros en llegar antes de que la prensa nacional o internacional llegue y son los últimos en irse cuando ya la atención noticiosa hace rato que se mudó de lugar.

Otros sólo están para la cámara, para el momento. Sólo corren a ayudar cuando hay cámaras, muchas cámaras. Apoyan cuando la tragedia es el centro de atención y motivo de titulares. Lloran delante de las cámaras, pasan comida delante de las cámaras...son delante de las cámaras. Llenan sus blogs, FB y twitters con los hechos que su mano izquierda no debería conocer. Son los primeros que se van cuando ya no hay cámaras.

Otros organizan conciertos para ayudar con boletas que pocos pueden comprar y con un VIP que alcanza el costo de 1,000 dólares. Y el concierto llega después que el país en tragedia ha recibido miles de millones en ayuda y le han condonado toda su deuda externa. El concierto es noticia, es primera plana.

En estos grupos están los famosos y no famosos. Los actores y cantantes, así como los de "a pie".

Quiero detenerme en el primer grupo.

Aún muchos de "a pie" siguen empacando agua y alimentos, llevando gasas y medicamentos a los hospitales en el país de la tragedia, coordinando ayuda. Muchos de ellos han hecho este trabajo por años aquí, en su país. Y los que no son de aquí también viven del abrazo solidario al prójimo en sus propios países. No necesitan cámaras, ni primeras planas, ni fotos para una nota de prensa.

Otros famosos también hacen lo mismo. Con más recursos y una que otra cámara se mueven de un lugar a otro. Se solidarizan con o sin cámaras, con o sin fotos, con o sin primera plana.

Un famoso de estos que anda dando un poco de sí me ha dado una de las mejores lecciones de vida. Es un actor norteamericano que admiro. Hace dos años ganó un Oscar por caracterizar a un homosexual que luchó contra la discriminación que suele castigar a la gente que tiene una opción sexual diferente a la heterosexual. La película se llama Milk y está basada en hechos reales. No comulgo con muchas de sus ideas, en especial por su apoyo ciego a Hugo Chávez sin mirar la otra cara de la moneda.

Sin embargo, Sean Penn se ha quedado en Haití después que se fueron las cámaras. Está ahí desde hace más de un mes. Ahí trabaja, coordina la ayuda, vive con el dolor que ha dejado la tragedia y pasa su brazo para solidarizarse. Dejó su cómoda vida para instalarse ahí y ahí está sin notas de prensa, sin fotos, sin conciertos rimbombantes cuando ya se han recaudado miles de millones de dólares. Está de cerca como muchos otros de “a pie”.

Una gran lección.

Sean Penn reconstruye Haití con sus manos

lunes, 5 de abril de 2010

Día treinta y cuatro. Ser periodista

Crédito Foto: Stockxpert


Hoy se conmemora el Día del periodista. La curiosidad me llevo a investigar por qué se celebra un 5 de abril, pues no recordaba ni la muerte ni el nacimiento de ningún periodista destacado en ese día. Ahora sé, gracias a la web de la Universidad Católica de Santo Domingo, que se conmemora por ser hoy el aniversario de fundación del periódico El Telégrafo Constitucional (1821), el primero que circuló en país.

Pero en este día muchas cosas vienen al tapete. Algunos colegas hablan sobre lo negativo del ejercicio de esta carrera, que incluye los bajos salarios. Otros se quejan por considerar que sólo se es periodista cuando “se está en un medio de comunicación” y otros sobre las presiones y la mala publicidad a la carrera que muchos auto etiquetados periodistas nos dan. Pienso en eso, si. Con sus razones.

Sin embargo, hoy me he detenido en otro aspecto: la razón de elegir esta carrera. Sobre esto puedo comentar, a modo personal, que elegí ser periodista por dos razones: el deseo luchar por la justicia social y porque se me da eso de escribir bien. La primera razón ha tenido sus altas y bajas en estos tres años que llevo ejerciendo el periodismo. Un periodista está limitado en muchos sentidos, pero sí creo y sostengo como motor ese deseo a pesar de las pequeñas frustraciones, de los intereses mediáticos y de las mil y otras cosas que se enfrentan cada día en esta carrera.

La segunda razón sigue también vigente. El periodismo para mí ha sido una gran escuela para ejercitar la escritura. Sin lugar a dudas.

Apuntes aparte, si tengo que confesar algo: el periodismo me ha hecho más humana. Me ha dado la oportunidad de callar para escuchar. De llorar y reír. De saber reconocer el valor de cada persona sin importar su condición social, su preferencia sexual ni su religión. De borrar muchos tabúes y prejuicios necios. A dar.

Buenos profesores tuve y tengo en esta carrera. Muchos de la universidad y otros en el transcurso de estos 3 años. A ellos, gracias.

Les dejo dos párrafos de un discurso titulado “El mejor oficio del mundo”, del escritor Gabriel García Márquez (que primero fue periodista y uno muy bueno):

“El tiempo y el mismo oficio han demostrado que el sistema nervioso del periodismo circula en realidad en sentido contrario. Doy fe: a los diecinueve años -siendo el peor estudiante de derecho- empecé mi carrera como redactor de notas editoriales y fui subiendo poco a poco y con mucho trabajo por las escaleras de las diferentes secciones, hasta el máximo nivel de reportero raso”.

“La creación posterior de las escuelas de periodismo fue una reacción escolástica contra el hecho cumplido de que el oficio carecía de respaldo académico (…) El resultado, en general, no es alentador. Los muchachos que salen ilusionados de las academias, con la vida por delante, parecen desvinculados de la realidad y de sus problemas vitales, y prima un afán de protagonismo sobre la vocación y las aptitudes congénitas. Y en especial sobre las dos condiciones más importantes: la creatividad y la práctica”.

Aquí el discurso de García Máquez: El mejor oficio del mundo