martes, 26 de abril de 2011

Ella también declinó

Su anuncio se hizo público antes de la hora señalada para su discurso. Twitter, su hasta ahora único podium público, explotaba de comentarios. César Pina Toribio, quien preside el Comité Electoral del partido de gobierno confirmó los rumores. Margarita Cedeño, primera dama, renunciaba a su precandidatura por la nominación presidencial del PLD.

Estaba frente al computador, leyendo cables internacionales, cuando me enteré del primer rumor. El editor me dio la noticia. Casi una hora después escuché a una colega confirmarlo en un avance del noticiario del canal 37.

Las conjeturas en la redacción salieron a flote, y los comentarios que sobre la precandidatura de Cedeño se rumoran desde inicios de mes. Algunos dijeron que los números no le daban. Otros, que su precandidatura a la nominación por le partido de gobierno ponía a su esposo, y presidente de la República, en aprietos. Unos pocos hablaban de hasta fricciones en la pareja presidencial.

A las 9:00 de la noche empezó la transmisión de su mensaje, grabado horas antes. Grabadora en mano me acerque a la pantalla de la televisión. Observo. Bien peinada, bien maquillada, colores neutros en su ropa. Detrás de ella, y como fondo, retratos de familia en el que se destaca uno en que sonríe junto a su esposo. Empieza a hablar y sus manos se mueven. Su tono de voz parecía transmitir esa poca experiencia para los discursos.

Habla de su trabajo en el Despacho de la Primera Dama, organismo creado durante el gobierno de Hipólito Mejía, si menos no lo recuerdo. Dice que su candidatura fue “fruto del reconocimiento espontáneo de un trabajo”. Lo del trabajo es innegable. Pero recuerdo los anuncios a página completa de los periódicos y las vallas gigantescas promoviendo su candidatura y me pregunto si fueron pagados con los mismos fondos con los que se canalizan ayudas a las familias pobres desde el Despacho.

Da constancia de su militancia política, puesta en duda por algunos. Y la resume en su primer voto, en 1990, por el PLD; su involucramiento desde 1994 en las campañas electorales “con modestia y sin protagonismos”. Creo que fue una participación muy modesta porque no la recuerdo en ninguna actividad política de relevancia de ese partido. Pero dice que “sus compañeros y compañeras lo saben muy bien”.

Siempre mueve las manos, muy parecido a los ademanes que he visto en su esposo. En un momento dibuja comillas en el aire mientras dice que “ha aparecido al lado y a veces por encima de grandes y respetables figuras del país, incluyendo los pseudos generales de la política”.

Sus gestos parecían revelar algo que sus palabras no decían, o no podían decir. En un momento, solo por un instante, sus palabras parecían bailar a otro ritmo que su tono de voz y sus manos. Simple percepción.

Luego vino la palabra mágica. La que usó su esposo cuando renunció a la reelección. La misma que Miguel Vargas Maldonado, ex precandidato a la nominación presidencial del Partido Revolucionario Dominicano, usó como sinónimo de “no haber ganado las primarias de su partido” ante Hipólito Mejía. El verbo de moda política: declinar.

Y declinó por la unidad del partido, dijo. Y dijo que seguirá trabajando en su Despacho, y dijo que lo hacía (y ahí pronunció la palabra renuncio) “sin tristeza y sin rencor”.

Se acabo su discurso. El único de su precandidatura. Lo demás quedó en sus mensajes de no más de 140 caracteres, las páginas de los periódicos y las vallas (tal cual aquella agitación publicitaria por la reelección de su esposo que lo anunciaba como “El destino”). Al final ella también se apunto al mismo cronograma: publicidad, rumores, especulaciones y declinación. Igual que su esposo.

Apago la grabadora. Hablo con uno de los precandidatos. Hablo con el vocero de otro precandidato. Leo un correo con las consideraciones sobre el discurso de Margarita del vicepresidente de la República y también precandidato del PLD. Transcribo y cierro la página.

Vuelvo a mis cables de EFE y AP. Cierro la página de internacionales. Medianoche y ya es 26 de abril. Salgo de periódico.

Es otro día.

jueves, 14 de abril de 2011

Todos

“Permiso, permiso, permiso”. Repetí esa palabra como mantra mágica para llegar al fondo del salón, donde se encontraba el ex presidente de la República y candidato presidencial del PRD, Hipólito Mejía. Hacía calor, mucho calor. Había gente, mucha gente. Era el primer acto político de Mejía luego de que su contricante, Miguel Vargas Maldonado, “declinará” su afán de reiterar que el ex presidente no ganó en buena lid su candidatura. Otro capítulo de los gajes del oficio político.

Después de superar la prueba de obstáculos, que incluyo uno que otro pisón de pies, lo logré. Llegué lo más cerca posible, junto a una bocina (de estar en ese lugar me arrepentiría minutos después). Pegada de la pared, salude a los colegas a mi derecha. Vi caras conocidas, caras que vi hace unos años y que tenían mucho sin mostrarse en público.

Vi el rostro de dos ex síndicos que no salieron con un buen historial de sus gestiones, incluyendo a uno que apellidaron “Basura” por la similitud fonética con su verdadero apellido y que venía como “anillo al dedo” con la cantidad de desperdicios que ocupaban las calles durante su sindicatura. El otro lucía un afro no muy acorde con la moda actual. “Se ve que está en olla”, escuche a alguien decir.

También observé a un ex diputado, acusado de haber sostenido relaciones sexuales con una menor de edad, situación que lo obligó a dejar sus afanes de reelección por repetir curul en la Cámara de Diputados. Su esposa ahora ocupa su lugar en el Congreso. Hacía su izquierda me encontré con el rostro del que fuera el Supervisor de Obras del Estado del gobierno de Mejía.

Los ex síndicos y el ex diputado fueron parte de la campaña de Vargas Maldonado. Ahí estaban para pasarse a la otra acera. Cuando llegué hablaba el ex síndico del cambio de apellido. Al finalizar, un señor delgado que fungía de presentador (y cuyo nivel de voz me hizo arrepentirme del lugar que había ocupado) anunció al ex diputado. Arengó a sus colaboradores a trabajar ahora de este lado de la acera y esperar recompensa. Los recuerdos de los viejos tiempos en el poder fueron de frecuente referencia.

Hipólito miraba al público sereno. Sudaba. Todos en la mesa sudaban. Yo sudaba. Y estoy segura que todo el mundo sudaba.

Le tocó el turno al ex síndico del afro pasado de moda. Parecía un poseído cuando empezó a hablar y lo que dijo pareció salir de su lado más oscuro. “¡Estoy dispuesto a salir con una ametralladora para ametrallar a esos criminales!”, dijo refiriéndose a partido de gobierno. Un gran “O” se dibujó en el rostro de mis colegas y del mío. Nos miramos. Anotamos.

“¡Cuatro años más!”. Era una voz portentosa y que a ratos subía sobre todas las demás. “¡Papolón, cállate!”, escuche entre las voces que le pedían que dejara sus emocionadas expresiones. Sí, conozco a Papolón, ex regidor que vive en el mismo barrio de mi abuela. ¿Quién no conoce a Papolón por los predios del sector de Pidoca, en Los Mina?

Habla el ex director del Renove, el plan aquel de los autobuses para el transporte de pasajeros que resultó ser un fraude. Estuvo preso por el caso, luego en prisión domiciliaria y luego indultado. Hablaba de volver al poder y presentó a Mejía.

Mejía habla de unidad, de un protocolo para armar esa unidad “para que no se interprete cada cual a su manera”. Habla de abrir puertas y ventanas para los partidos aliados. “Los pequeños partidos que abandonamos”, dice. Habla que aunque su campaña iniciará luego de Semana Santa, este acto es un calentamiento. Habla de volver al poder. Habla prometiendo que se acabarán los apagones, la situación difícil. Habla.

En su hablar no olvida las ametralladoras y le responde al ex síndico del afro pasado de moda. “A lo mejor necesitamos un tira piedra. La democracia dominicana prefiere tener un tira piedra que utilizar las herramientas que matan”. De balas a piedras, es un cambio significativo.

En el fondo se intercalan los aplausos, la voz gritona de Papolón, las consignas de “¡Papá, papá!”. El calor. Y Mejía dice que no le interesa la situación interna de sus contrincantes en el gobierno. No, no habla de “Mamá” (el sobrenombre de la Primera Dama como precandidata a la candidatura presidencial por el partido que preside su esposo). Dice que le ganará a cualquiera.

Finaliza. Calma el ánimo de los congregados porque quiere responder preguntas a los periodistas, a aquellos que llamó “talibanes” en su pasado gobierno. Escucha con calma, responde con calma. Dice que se reunió con Vargas Maldonado, que el domingo reunirán al máximo organismo de partido. A mi lado un señor empuja por llegar donde “Papá” con un folder en las manos. “Dígame usted, poeta”, le dice a uno de mis colegas. Mi colega también tiene un apodo en esta campaña. El señor del folder sigue empujando.

Finaliza con las preguntas. Se despide y da la vuelta. No veo al señor del folder. Papeles de confeti llenan el salón. La gente se apresura a salir. Otra vez, como al final de un concierto, salgo arrastrada por los empujones, pero contrario al acto de Vargas Maldonado, aquí la gente parece que cantó y bailó. Las sonrisas son la estampa. Tienen esperanza de volver, de estar en el gobierno. Todos esperan eso.

¿Entraran todos, todos?

lunes, 11 de abril de 2011

Declinar, esa es la cuestión

¡“Vamos, Miguel”! El grito me espantó. La voz había resonado antes, pero esta vez, me pareció, tenía mayor fuerza. Mi colega, a mi lado, trataba de calmar el calor abanicándose con la nota de prensa que nos habían entregado minutos antes y en la que la palabra declinar aparecía en la primera línea del primer párrafo.
Declinar. La palabra nos golpeo a todos en los ojos cuando la leímos e hicimos las más variadas bromas sobre su significado en el acto en que nos encontrábamos. Miguel Vargas Maldonado, presidente y ex precandidato a la nominación presidencial de Partido Revolucionario Dominicano (PRD), anunciaría que aceptaba la victoria de su oponente. Pero no lo diría así. Prefiria decir que “declinaba” sus aspiraciones.
Las bromas seguían. Alguien recordó que la palabra la había oído el viernes pasado, pero en boca del presidente de la República, Leonel Fernández. El viernes, sentada en la redacción del periódico, escuché la voz del mandatario decir “declinar”. Fernández declinaba su aspiración a repostularse a una posición que la Constitución le prohíbe volver a asumir de inmediato.
Declinar, sin lugar a dudas, parece la palabra de moda entre políticos para anunciar que dejan lo que no pueden tener aunque quisieran, pienso, mientras algunas miradas de reproches empiezan a rozarnos.
Vargas Maldonado sigue hablando. Trato de buscar un hueco entre las decenas de cabezas delante de mí. Sólo alcanzó ver la pantalla donde hace varios minutos, y antes de que Vargas comenzará a hablar, se proyectaran fotos de la campaña del hoy "declinante", presentación que fue acompañada, bombillos apagados, por la voz del cantante brasileño Roberto Carlos. “Tu eres mi hermano del alma realmente un amigo...”, mal sonó en los altavoces. Era el tributo de sus seguidores. "Esa canción la ponen cuando alguien se muere", dijo otro de mis colegas en ese momento.
El calor me agobiaba y me recordó otro acto político de ayer, domingo, cuando escuchaba a Danilo Medina –precandidato por la declinación de Fernández…digo, candidatura presidencial del Partido de la Liberación Dominicana- prometer aumentar el horario de clases de 8 de la mañana a 4 de la tarde, para que el gobierno dé desayuno, comida y merienda a los niños pobres. Novedosa promesa.
El encendido discurso se detiene un momento. “Parece que se le perdió una hoja”, me dice otro colega que voltea su rostro hacía mí. Recordamos que Hipólito Mejía, el ganador de la candidatura que declinaba Vargas –una candidatura ganada en un proceso interno pero cuestionado por el protagonista de esta calurosa y masiva rueda de prensa-, perdió una hoja de su discurso durante su toma de posesión como presidente de la República en el año 2000.
El fotógrafo que me acompañó me dijo minutos después de que finalizará el acto que el presentador, un locutor que recuerdo anunciaba los números de la lotería en el gobierno del PRD del 2000 al 2004, trató de ayudarle con el impase. Según el fotógrafo, Vargas lo echo a un lado.
La falta de visibilidad me impidió corroborar la perdida de la hoja y el empujón al colaborador presentador. Escucho nuevamente la voz de Vargas. Parece quebrarse en un momento. ¿Ganas de llorar? El espacio es reducido. Detrás de mí, un colado en el área de prensa (una tarima colocada al fondo del salón) grababa el discurso con su Blackberry.
“La unidad del partido y la tranquilidad están por encima de cualquier aspiración personal”. Me gustaría ver el rostro de Vargas, pero no puedo. Me recuesto de la pared y escucho la palabra que leí en el papel, el mismo papel que no lograba calmar el sopor de mi colega. “Declinó mi aspiración a ser el candidato…” y sigue con su réquiem. Pide a sus seguidores apoyar a su ex contrincante. No todos aplauden.
¡“Que ganen solos”!, voceó otro apasionado. La algarrabía y el cuchicheo, que retrasaron en principio el discurso de Vargas, volvió por unos instantes. El otro “voceador” dice algo que no entiendo, pero que retumba. Algunos los mandan a callar. La relativa calma en el atestado salón regresa.
No prestó atención a sus últimas palabras. Luego del aplauso final, sus ex seguidores empiezan a abandonar el caluroso lugar. Mis colegas y yo tratamos de bajar con cuidado de la tarima. Un enojado perredeísta dice algo con rabia a un periodista. Parece que alguno de los tantos comentarios de mi colega no le cayó muy bien. El asunto no pasó de las palabras.
Salí como se sale de un concierto de masiva asistencia, pero sin la alegría que acompaña a los que se pasan horas bailando y cantando. Todo lo contrario. Afuera alguien vocea: “Para un buen papá una buena mamá (pero sin el acento final)". El sentido de la frase, que de doble tiene poco, hace reír a algunos. Todos saben a quién se refiere. Según algunos rumores, ella también declinará. No se le podría reprochar. La palabra está de moda.

martes, 5 de abril de 2011

Día (día) del periodista

Me gusta escribir, leer e investigar. Esas fueron mis razones para escoger el periodismo como carrera. Tengo cuatro años de ejercicio, y unos cuantos meses que le puedo sumar de mi pasantía. He visto y oído muchas cosas. He tenido buenos maestros fuera de las aulas de la universidad. He aprendido y fallado. Me he cansado, tirado la toalla y la he vuelto a recoger.


Pero hoy, que es el aniversario de la aparición del primer periódico en lo que un día sería la República Dominicana, me debo una reflexión y la quiero compartir.


En este día quisiera tomar una bocina capaz de ser escuchada por cada persona de este país, para decirles que la mayoría, sí, la mayoría de los periodistas son, somos, gente que camina, sufre, vive, deja, cae y continúa. Que la mayoría, sí, la mayoría, ama lo que hace.


Sí, hoy tengo ganas de defender, de odiar la generalidad que escucho de la boca de tanta gente. Detesto que a esa mayoría nos metan en el mismo saco de los “periodistas cobra cheques”. Me duele que los colegas que trabajan, sí, TRABAJAN en instituciones públicas, cumpliendo un horario, haciendo el trabajo de cinco por el salario de dos, tengan que aparecer en las nóminas con aquellos que cobran como botellas y, cuando hacen esas “investigaciones” no sepan diferenciarlos y acaben siendo señalados por un delito que no comenten.


Admiro y lamento que muchos de mis colegas tengan que tener dos trabajos. Veo a mi compañero de horario de cierre del periódico que se levanta a las siete de la mañana, empieza su labor en una institución pública a las 8 de la mañana y sale a las tres de la tarde para empezar a trabajar en el periódico una hora después. A veces el cierre pasa de la medianoche y ese es el fin de su día de labor. Sé de muchos otros colegas con este mismo horario.


He visto colegas rechazar dadivas, “botellas”, favores, cumplidos con segundo interés. He visto a colegas perder su empleo por no prestarse a sinvergüencerías. He visto a muchos colegas renunciar de sus medios por mantener una posición, por el hastío de lo mal hecho. He visto funcionarios poner cara de burla frente al periodista que le denunció, y cuya denuncia no es convertida en una acción, una denuncia que es pagada con impunidad.


He visto a muchos negarse a obtener privilegios que entienden no merecen. A esconder su carnet de periodistas sus días libres y no usarlos para ir a una área VIP o de prensa porque no están ahí para cubrir esa actividad. He visto a muchos colegas mover cielo y tierra para ayudar al que no conocen. A los que, sin ejercer en ningún medio tradicional, se mueven al lugar más apartado con sus propios medios para mostrar una situación que debe ser mostrada.


He visto a colegas seguir arriesgándose, fuera y dentro de los medios. Buscar alternativas para no sucumbir, para mantener la cabeza en alto. He visto mucha más dignidad que indignidad, mucha más entereza que debilidad. He visto a muchos saberse no dueños de la verdad, sino deudos de la responsabilidad de su vocación. He visto colegas que no hablan de ética, sino que viven con ética.


He visto esto y me enorgullece verlos y sentirme apelada ante el ejemplo de estos colegas, que sí, son la mayoría. La mayoría que vale y valdrá siempre.


Feliz Día del Periodista, con mayúscula, a ellos. Las minúsculas son para los que no caben aquí.