miércoles, 28 de junio de 2017

Esos muros por vencer

Foto: Miguel Rojas
Una de las cosas más difíciles para un periodista es sortear los prejuicios internos, los intereses propios. Lo creo porque es una lucha contra uno mismo, pues cuando las presiones de censura son externas, no solo son identificables sino que depende de una decisión ante ellas menos sensibles, menos dependientes a nuestras querencias.

Otra cosa difícil es sortear los prejuicios de los que son parte de la historia que investigas y quieres contar. Me explico, la de tratar con manos de seda a alguien cuyas posiciones rayan casi en el discurso de odio, en la conspiración, la xenofobia y la paranoia, pero que son un vehículo para poder llegar a los protagonistas de un caso que sales a investigar.

En estos días me tocó la experiencia. Y de verdad que es incomoda. Si le rispostaba a esas personas me cerrarían las puertas al caso. Tampoco puedes convertirte en protagonista de un espacio que corresponde a los afectados, a las víctimas.

¿Es necesario aguantarse el deseo de poner a raya a alguien que parece querer venderte un discurso y cree que tu investigación, nota o crónica será usada para su propaganda, propósitos, o ideologías? En muchos casos sí, porque si estás consciente de las intenciones de esa o esas personas, sabrás, desde la honestidad intelectual que te plantees, hacer un trabajo que esquive esa presión.

Supongo que muchos creen que ser periodista es todo emoción, y todo viene fácil, y se te abren todas las puertas, pero no, menos cuando lo que quieres contar es incómodo y un elemento de interés de otros.

Pero se puede sortear, y lograr hacer periodismo, de ese que aporta, que da herramientas a la gente, que expone lo que necesita ser expuesto. Lo necesario: abrir los ojos y ser crítico de uno mismo y de lo que te rodea.