jueves, 28 de mayo de 2015

Las cumbres no tan borrascosas del PLD

Foto tomada de cuenta Twitter PLD @PLDenlinea


Los dos polos del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) encontraron un punto medio.

Los pronósticos de "pasará lo peor", "se van a dividir", "van a enfrentarse" se disiparon en trece puntos de un acuerdo que posiblemente se discutió hace más de un semana, y que parece dejar cerrada la discusión interna por la reelección del presidente Danilo Medina.

Leonel Fernández, presidente del PLD y exmandatario, y Medina lograron su pacto de poder. Porque eso es, un pacto para mantener al PLD gobernando en mayoría. Los números benefician a Danilo ante la oposición. Leonel no tenía mucha razón para enfrentarse en un combate partidario interno que lo dejaría peor de lo que estaba antes de hoy.

La avalancha que no se explica en este proceso es, sin duda, el discurso del lunes. ¿Habrá sido influenciado Leonel Fernández por alguien para hacerlo? ¿Los Castillos? Quien sabe.



Me parece que el tema está más que agotado, fuera de la furiosa y solitaria oposición que hace el diputado Vinicio Castillo en Twitter y a través de notas de prensa.

Ahora resta esperar la discusión de la reforma para reintroducir la reelección consecutiva en la Constitución. La pelota está ahora en la cancha de la Cámara de Diputados, después de la votación a favor unánime de los senadores, incluyendo los que la adversaban hasta la semana pasada.

En la Cámara Baja tendrá, me parece que sin duda, la oposición del Partido Revolucionario Moderno (PRM) que, de acuerdo con las encuestas, no les conviene que su candidato Luis Abinader enfrente en las próximas elecciones a Danilo Medina.

Y si así pasa, es probable que tengamos PLD por largo rato.

Aquí les dejo algunas reacciones en Twitter sobre el pacto de hoy.

domingo, 17 de mayo de 2015

Alberto Salcedo Ramos: una entrevista hecha de caminos

Una de gracias que tiene ser periodista es conocer personas que admiras desde lo que escriben. Y claro, no es llamarse a engaños. La escritura es una cosa, y la personalidad otra. Pero cuando ambas coinciden en ser acogedoras, en poner en tu mundo ventanas, pues la experiencia termina siendo única.

Eso me pasó hace una semanas con un periodista y escritor colombiano del que había leído varias de sus crónicas, y me despertó toda la curiosidad de aprender más como periodista. Hablo de Alberto Salcedo Ramos.

El encuentro se gestó unas semanas antes de su llegada como invitado a la recién finalizada Feria Internacional del Libro. Me atreví a mandarle un mensaje, desde su Fanpage de Facebook. Me contestó.

Me sorprendió la respuesta, pues muchos periodistas y escritores, o combinación de ambos, con cierta notoriedad tardan para responder ese tipo de mensajes o simplemente lo ignoran. Me alegré porque supe desde ese momento que era alguien empatico.

Tras varios mensajes y señas para coordinar un encuentro, y una posible entrevista, fue la casualidad (ese destino de los que no creemos, como dijo la argentina Beatriz Sarlo, a quien se le otorgó este año el Premio Internacional Pedro Henríquez Ureña de la FILRD) quien se encargó de organizarnos el punto de reunión.

Una calurosa tarde de la última semana de abril pasado quedé en encontrarme con una amiga y colega en la Plaza de la Cultura donde se celebraba la Feria. Mientras hablabamos de infiernos periodísticos y las estrategias para sobrevivirlos sentadas en el restaurante Maniquí, alce la vista y vi entrar al Alberto Salcedo Ramos, quien desde que me vio sonrió.

- "Eres Argénida, la de los mensajes"

Y yo con cara de más de emocionada, también sonriendo, le dije que sí.

Cruzamos saludos. Media hora después andábamos los tres (mi amiga, Alberto y yo) caminando por el recinto ferial buscando un libro sobre merengue típico de Rafael Chaljub.

Mientras caminábamos aproveché para preguntarle algunas curiosidades, dudas y intereses sobre el autor de aquella crónica sobre un cantante de vallenato que me dejó prendada hace un tiempo. Así descubrí que estuvo hace 17 años en el país, que entrevistó a Pedro Mir ("una de las personas más inteligentes que he entrevistado", me dijo) y a Marcio Veloz Maggiolo, que quería aprender a bailar perico ripiao (ahí el hablé de Fefita la Grande). También me habló de su oficio, de sus premios.

Nos despedimos y nos volvimos a encontrar dos días después. Nos fuimos a caminar a la Ciudad Colonial. Me dijo que había comprado un disco de Fefita la Grande y que quería algún día entrevistarla.

En las puertas de la entrada al Parque Independencia, en la Puerta del Conde, le digo como allí, hace casi cincuenta años, el señor de la estatua con el dedo levantado al otro extremo, Francisco Caamaño, pronunció un famoso discurso durante la gesta revolucionaria de 1965. Entramos al parque Independencia.

Mientras salimos del parque, después de verle la cara de sorpresa dentro del Panteón de los Padres de la Patria, me di cuenta de algo: observaba con atención, preguntaba y saludaba.

- ¿Cuanto tiempo duraste investigando para escribir "La parranda eterna", la crónica de Diomedes Díaz?
- Pues unos tres años.
- ¡Tres años!
- Sí, así fue.

Entramos al cementerio de la Independencia. Le explico sobre su antigüedad, las personas que están enterradas allí, mi deseo de escribir sobre este cementerio, las razones de porque creo que debe ser un lugar turístico, de que a veces puedes observar cera derretida de velas rojas en algunas tumbas.

Alberto me pone atención momentánea. Observa a su alrededor.

- Vamos a tomarnos una foto aquí. Que se vean las cruces.

Busca su teléfono. Posamos. Revisamos el resultado.

- Es una foto con un fondo interesante.

Se ríe. Me río.

Se acerca a los dos empleados del ayuntamiento que barren en el cementerio. En los bancos cercanos hay algunas personas sentados. Uno de ellos fuma un tabaco.

- ¿Usted sabe bailar perico ripiao?
- Claro, lo bailo muy bien.

Caminamos casi al fondo del cementerio. Se sienta en una de las tumbas. Hablamos sobre un espacio común, Barranquilla. Alberto nació allí, mi padre nació allí. Nunca he ido a Colombia. Me habla de su madre, le habló de mi abuela, con la que crecí. Evitamos a nuestros padres. Me habla de sus hijos, y yo del mío. De que se casó joven, de que me casé después de los treinta, de que mi esposo es un buen padre, de que ama ser padre. Hablo de mi hermano y él de su hermana, y de las despedidas y los regresos.

Salimos. Caminamos por la Arzobispo Nouel. Cruzamos el hospital Billini, donde nació mi madre. Llegamos frente a la Iglesia del Carmen. Quedó maravillado. Está cerrada, no podemos entrar. El calor es sofocante.

Entramos al Museo de la Resistencia.

- ¿Tendrá libros de Juan Bosch? Me interesaría saber si tiene estudios culturales del Caribe.

- Sólo he leído sus cuentos y un ensayo sobre la Guerra de Restauración.

Miramos el estante de la tienda. Vemos el documental de René Fortunato sobre la tiranía de Rafael Leonidas Trujillo.

-¿Cuánto cuestan?
- Seiscientos pesos cada uno, le contesta el chico que atiende
- ¿Eso cuánto es en dólares?

Hago mal los cálculos, y le doy una cifra que le hace abrir los ojos como platos. Rectifico. Compra los tres DVD's. Le dice al chico que tiene cara de saber bailar perico ripiao. Nos mira con cara de desconcierto y se ríe.

Le preguntamos si hay algún restaurante cercano. Nos indica caminar derecho, "en este mismo lado de la acera", como " a dos esquinas" de allí.

Salimos en busca de restaurante, pero antes entramos a La Trinitaria. Virtudes Uribe leía sentada en la mecedora. Estaba sola. Le pregunto por los libros de Juan Bosch mientras Alberto curiosea las estanterías. No hay libros de Juan Bosch.

Volvemos a la calle. Frente a un fachada color rosa opaco. Dice "Mimosa" pero también tiene un letrero de repostería.

Un señor de camisa azul se apresura a nuestro encuentro.

- ¿Ese es el restaurante?, pregunta Alberto.

- Sí, señor, es un restaurante. Venden comida criolla muy buena.

- Pero dice repostería panadería en ese letrero.

- Sí, sí. Pero es un restaurante también. Entren.

Entramos. Es acogedor y es un restaurante. Nos sentamos en un patio interior. Retomamos la conversación. Alberto pide algo ligero. Me dice que la noche anterior lo llevaron a comer mofongo a la una de la madrugada y que la pesadez no lo dejó dormir, que ha comido demasiado y que hay que hacer algo de dieta.

Hablamos de sus crónicas. Hablamos de mi poesía.

Terminado el almuerzo nos dirigimos a la calle El Conde, subiendo por la José Reyes. Nos detuvimos en la Libreria Pichardo. Solo había cuentos de Juan Bosch. Seguimos hacia la Arzobispo Meriño. Levanté la vista. Es una costumbre ver los edificios de El Conde, como derretidos por el tiempo. Lucen cada vez más abandonados. Le comento algunas cosas sobre el gobierno constitucionalista de Caamaño que funcionó en El Copello, Él está mas interesado en los cuadros que venden.

Luego de ver unos cuantos puestos, se decide por una pintura en tonos grises de tres personajes tocando instrumentos musicales de color. El vendedor interrumpe su juego de dominó para atendernos.

Después de cuadrar el precio vemos con la agilidad que el vendedor envuelve la pintura, que saca del cuadro de madera, repitiendo "eso es óleo, eso es óleo". Le fabrica una especie de manto protector a estirones de cinta adhesiva. Seguimos el camino, esta vez detrás de otro pendiente, la película Perico Ripio de Ángel Muñiz. A esta altura ya nos acompaña un afanoso vendedor de DVD's y CD's de la zona.

Dos chicas que sonríen entre ellas mientras caminan, con ropa ajustada, llaman la atención de Alberto. Bromea con el vendedor sobre la belleza de las dominicanas. "Ella tiene que saber", le dice dirigiéndose a mí.

- Esas chicas se prostituyen.

- Es algo normal por estos lados, le digo.

Preguntamos por la película a todo vendedor de El Conde. No la tienen. Nos detuvimos en la única tienda de DVD's que queda en el lugar. Tampoco.

Paramos en el Parque Colón, junto a la catedral. Nos tomamos otra foto con ayuda del afanoso vendedor, que ya ha convencido a otro de que vaya a buscarnos la película en su motor. Nos sentamos en los bancos del parque. Me hace preguntas sobre el lugar. Le hablo del Palacio de la Esquizofrenia, nombre popular de la Cafetería El Conde, de la estatua de Colón señalando el horizonte con un dedo, como Caamaño frente a la puerta de El Conde. Escuchamos una música de fondo, merengue típico. Era un trío.

Llegó el hombre de la película.

Reímos con las ocurrencias del señor que nos vendía una mamajuana. Entre él, el vendedor amable e insistente y otro que nos ofrecía el servicio de taxi, comimos helado.

Minutos después Alberto y yo ibamos en un taxi con la mamajuana, la película Perico Ripiao, el cuadro de los músicos grises con instrumentos de colores, y hablando sobre la fiestas de palo de Villa Mella.

- Me gustaría tomarme una foto en esa esquina del mar.

- Parece algo riesgoso. Mira que las olas son engañosas. A mí una vez, en la orilla del Malecón de la avenida España, una ola nos mojó a mis hermanos, mi tía, mi primo y a mí.

Alberto se quedó mirando el mar.

En el hotel fue la entrevista. Luego me marché al periódico.

Al día siguiente en la mañana recibo un mensaje en mi correo electrónico.

La película no sirvió. No es asunto de mala fe, me dice, pero es algo que suele pasar. Le quedan pocas horas en el país, me comenta que ha quedado encantado. Al día siguiente me avisa de su llegada con "el corazón contento".

Veo en su página de Facebook su foto cerca de las olas.

La semana siguiente se publicó la entrevista.

ACTUALIDAD|08 MAY 2015, 12:00 AM|POR ARGÉNIDA ROMERO
GUARDADO EN:PERIODISTAS, ROBERTO SALCEDO RAMOS

Alberto Salcedo Ramos: "Es un deber moral darles la oportunidad de hablar a los excluidos"

El periodista colombiano, uno de los más reconocidos cronistas de América Latina, habla sobre su pasión por periodismo narrativo y su puente de encuentro con República Dominicana. 
SANTO DOMINGO. El bullicio y el color del Caribe es un ambiente conocido para el periodista y cronista colombiano Alberto Salcedo Ramos. Y también sus historias, las que empezó a escuchar desde niño en su natal Barranquilla, Colombia. Por eso parece moverse como pez en el agua, a pesar del sofocante calor, mientras camina por las calles de Santo Domingo, donde regresó 17 años después de su última visita al país como invitado a la recién finalizada Feria Internacional del Libro. Seguir leyendo