miércoles, 1 de junio de 2011

Día sesenta y cinco. “Balaguer, recuerdo y derrotero”


Ocho y media de la noche. Los pasillos del área de eventos y convenciones del hotel Dominican Fiesta están llenos de personas que conversan, dan vueltas. De primera vista no parecía nada relacionado con el Partido Reformista Social Cristiano (PRSC), como de hecho lo era. El color rojo, identidad de este partido, estaba muy ausente.

“La Funda” me saluda. Es el apodo de un eterno personaje que siempre ronda cada actividad del PRSC, cercano a los funcionarios, o a los que fueron funcionarios. Me dijo una vez que Joaquín Balaguer, líder y fundador del PRSC, era más que un padre para él. Su casa, sus ingresos, su familia dependieron y dependen del partido rojo, del partido del gallo coloraó.

La monotonía de los pasillos se rompe. Camarógrafos y fotógrafos se apresuran a obtener la imagen del protagonista extranjero de la noche. El ex presidente colombiano Alvaro Uribe. Desconozco que relación tendrá con el social cristianismo, aunque sé que alcanzó la presidencia de su país bajo el aval del partido conservador colombiano. Le acompaña el presidente del PRSC, Carlos Morales Troncoso, también canciller de la República, y Marino Vinicio (Vincho) Castillo, presidente de la Fuerza Nacional Progresista (FNP).

El trío de políticos está para encabezar un acto de conmemoración de los 45 años del ascenso al poder por primera vez de Joaquín Balaguer. Fue presidente seis veces. Dicen, sus defensores, que siempre ganó de manera democrática. Yo recuerdo el apagón en la Junta Central Electoral, las urnas perdidas, los muertos de sus primeros doce años de gobierno, factura de sus “fuerzas incontrolables”. Y sí, sus obras de construcción.

Los periodistas damos vueltas. No sabemos ni nos han dicho cuándo ni cómo ingresaremos al salón. “Está repleto”, me dice un colega. El agente de seguridad nos cierra la puerta. Hablamos con una chica y preguntamos si vamos a cubrir la actividad en los pasillos. Nos dice que vamos a entrar. La gente en la fila, esperando pasar por el detector de metales para formar parte del público del salón, nos mira con recelo. Entramos a tropel.

Adentro el salón está iluminado como si de una premiación musical se tratara. “Decoración versión discoteca”, digo a mis colegas. En el lateral izquierdo tres telones blancos sirven de pantalla para proyectar imágenes con frases de Balaguer, intercaladas con una de sus famosas fotografías: con la banda presidencial, su mano derecha alzada y sus labios en un rito detenido en alguna palabra de algún famoso discurso. Al frente, otro espacio para proyección y un pódium. Al fondo, los periodistas miramos las espaldas de los invitados.

Empieza la velada. Se proyectan imágenes de Balaguer y una voz en off habla de su obra de gobierno. Presas, reforma agraria, viviendas, fechas de ascenso al poder. Resumido de 22 años, contados desde 1966, interrumpidos por ocho años de otro partido, y sumados los siguientes hasta el 1996. No, no hay mención de sus represivos primeros doce años en el gobierno, no hay muertos, ni persecución, ni calieses, ni presos políticos, ni exiliados.

Morales Troncoso repite la misma fórmula. Nada fuera del esquema de obras, del ahorro estatal. Pero no recuerda la crisis económica de 1990. Las largas filas en las estaciones de gasolinas, los apagones eléctricos de 16 horas. Todo lo bueno, nunca lo malo. Llama a los reformistas defender el legado de su líder.

Llega el turno de Vincho. “Balaguer: recuerdo y derrotero”, así dice que se llama su discurso. Habla como si declamará un largo poema. No logró atajar una idea, no parece nunca enfocarse en nada. Dice es importante que los jóvenes conozcan la obra de este “coloso del trabajo”. “Frenesí contenido”, “ignota esperanza”. No sé a qué se refiere. Me aburro. De pronto algo de su larga alabanza llama mi atención. Habla de “tormentoso período de los doce años”, pero no apunta ningún detalle. Sin embargo, sus adjetivos toman cuerpo y alma cuando habla de los gobiernos del Partido Revolucionario Dominicano, a los que no menciona pero refiere. “Genocidio de abril de 1984”, “siniestros”…

Pero algo de su apología me deja casi en shock. Dice, sin rubor, que luego de finalizar el período de guerra fría y al retomar el poder en 1986, Balaguer tuvo la oportunidad de gobernar “con su tolerancia innata y valor a la vida”. Los doce años anteriores de su gobierno esa tolerancia innata estuvo oculta, al parecer, y su valor a la vida posiblemente no tenía un rango muy elevado para sus opositores. Sigo sentada.

Dice que la resta de dos años al último gobierno de Balaguer fue “una usurpación”. No, no menciona la crisis por el fraude electoral de ese año. Narciso González, aquel profesor universitario de verbo fuerte y opositor de Balaguer, desapareció en esa crisis. No hay tumba.

Llegan las alabanzas al pacto por la democracia, aquel de 1996. Recuerdo la foto de Leonel Fernández levantando las manos de los eternos antagonistas políticos: Balaguer y Juan Bosch. La política tiene caminos misteriosos. Vincho advierte sobre la obligación de reorganizarse para evitar que vuelvan “los siniestros”. Apunta que la reelección de Fernández valida la formula reeleccionista que siempre defendió y utilizó Balaguer. En fin, una particular historia política.

Sube Uribe, el orador principal que dice que “hará comentarios a título de observador externo”. Esperaba otra cosa. Va y viene en el mismo tono de alabanzas. “Uno de los faros de la democracia”. “Amigo de Betancourt (el presidente venezolano que casi murió en un atentado auspiciado por Rafael Leonidas Trujillo, ese dictador al que Balaguer sirvió durante todo su régimen)”. Varios colegas y yo, espantados con el comentario, nos reímos. “Quizás confundió a Balaguer con Bosch, que sí fue amigo de Betancourt”, dice uno de mis colegas. “Parece que no googleó bien la biografía”, señala otro colega.

Menciona lo de “Prócer de la democracia”, ese título de honor que le otorgó a Balaguer un congreso de mayoría perredeísta y cuyo nombre real es “Padre de la democracia económica”, según me aclaró mi jefe editor hace unos días.

Para el señor Uribe, dos veces presidente de Colombia, la transición de Balaguer de la dictadura a la democracia “tendrá que ser examinado por los historiadores”. Por fin alguien menciona el lazo de Balaguer con la dictadura trujillista, de alguna manera. A su juicio, el de Uribe, Balaguer y Bosch no fueron antagonistas políticos. No. Lo que desarrollaron por años y años fue una “emulación democrática fraterna”. Quizás el pacto de 1996, y que le allanó el paso al poder a Leonel Fernández, le da aval a Uribe para decir esto. Quizás.

Me tengo que ir. La hora de cierre del periódico me apura. Abandono a Uribe mientras sigue su alabanza a Balaguer. Afuera, “La Funda” me vuelve a saludar.

1 comentario:

Víctor Manuel Ramos dijo...

Esto casi que está mejor que lo que se puede publicar en un periódico.