jueves, 12 de enero de 2012

Día setenta y ocho. Dos años, Haití


Dos años del terremoto en Haití.

Hoy, Leonel Fernández entregó la estructura de una universidad, donación del gobierno y el sector privado de República Dominicana. Al respecto comenta el periodista y amigo Carlos Alonso: "LF dona una estructura, no una Universidad (faltan maestros, alumnos, pensums, bedeles etc.) Cuando tenga todo eso los graduados muy seguramente irán a ejercer en Canada o EEUU, porque en Haití no habrá con que pagarles y en RD los empleadores pensarían mucho antes de contratarlos. O sea, no creo que esa "universidad" deje beneficios a Hatí mas allá de las remesas de cerebros en fuga".

Esto dice un párrafo del informe que presentó Oxfam sobre la situación de Haití.

"Dos años después de que un terremoto de 7,3 grados en la escala Ritchter sacudiera brutalmente Haití, cerca de 520.000 personas siguen viviendo bajo lonas o en tiendas de campañas, según contempla un nuevo informe de Oxfam –Intermón Oxfam en España- presentado hoy. Ante la lentitud con la que se está llevando la reconstrucción, la organización ha instado al Gobierno haitiano a que lleve a cabo un plan integral de desarrollo, a que realoje al más de medio millón de personas sin hogar y a que junto con los países, que han comprometido fondos, aceleren la recuperación".

Pienso en lo que una vez escribió Eduardo Galeano.

La maldición blanca

Los esclavos negros de Haití propinaron tremenda paliza al ejército de Napoleón Bonaparte; y en 1804 la bandera de los libres se alzó sobre las ruinas.

Pero Haití fue, desde el pique, un país arrasado. En los altares de las plantaciones francesas de azúcar se habían inmolado tierras y brazos, y las calamidades de la guerra habían exterminado a la tercera parte de la población.

El nacimiento de la independencia y la muerte de la esclavitud, hazañas negras, fueron humillaciones imperdonables para los blancos dueños del mundo.

Dieciocho generales de Napoleón habían sido enterrados en la isla rebelde. La nueva nación, parida en sangre, nació condenada al bloqueo y a la soledad: nadie le compraba, nadie le vendía, nadie la reconocía.

Por haber sido infiel al amo colonial, Haití fue obligada a pagar a Francia una indemnización gigantesca. Esa expiación del pecado de la dignidad, que estuvo pagando durante cerca de un siglo y medio, fue el precio que Francia le impuso para su reconocimiento diplomático.

Nadie más la reconoció. Tampoco la Gran Colombia de Simón Bolívar, aunque él le debía todo. Barcos, armas y soldados le había dado Haití, con la sola condición de que liberara a los esclavos, una idea que al Libertador no se le había ocurrido. Después, cuando Bolívar triunfó en su guerra de independencia, se negó a invitar a Haití al congreso de las nuevas naciones americanas.

Haití siguió siendo la leprosa de las Américas.

Thomas Jefferson había advertido, desde el principio, que había que confinar la peste en esa isla, porque de allí provenía el mal ejemplo.

La peste, el mal ejemplo: desobediencia, caos, violencia. En Carolina del Sur, la ley permitía encarcelar a cualquier marinero negro, mientras su barco estuviera en puerto, por el riesgo de que pudiera contagiar la fiebre antiesclavista que amenazaba a todas las Américas. En Brasil, esa fiebre se llamaba haitianismo.

Espejos. Una historia casi universal

1 comentario:

Boris Estebitan dijo...

Es un gran texto, mereceria tener muchos mas comentarios, buen post el tuyo, felicitaciones. Te invito de manera cordial a que visites el Blog de Boris Estebitan y leas un escrito mio titulado "La Balada de Dracula"