jueves, 17 de septiembre de 2009

Día veinticuatro. La desvergüenza de un legislador


Tendré que asumir que a nuestros políticos no les queda la más mínima noción de prudencia e inteligencia. Tendré que asumir que sí, que la mayoría de los que “nos representa” no siente el menor escozor al ejercitar su capacidad de pisotearnos. Tendré que asumir que lo expresado en las últimas semanas por el diputado Alfonso Crisóstomo es, probablemente, el sentir silenciado de la mayoría de nuestros representantes.

El “Querido” habla con una normalidad espantosa al justificar la corrupción y el nepotismo que es común en nuestro gobierno (estatal, legislativo, municipal y judicial). Muchos se escandalizan, pero dentro de ese grupo de escandalizados existen muchos Alfonsos Crisóstomos que hablan de la rectitud y transparencia de la que carecen.

Al “Querido”, además de justificar su desvergüenza, también enfila sus cañones hacía la Ley de Libre Acceso a la Información. ¡Claro! ¡Faltaba más! Hay que ponerle un hasta aquí a “esos periodistas entrometidos” para que dejen de mostrar la podredumbre que vive bajo los rostros sonrientes de nuestros representantes, de nuestro Estado.

Dedico esta frase a Crisóstomo y a los que son como él, que son lamentablemente la mayoría: "La tontería es infinitamente más fascinante que la inteligencia. La inteligencia tiene sus límites, la tontería no" (Claude Chabrol, 1930; director de cine francés).

Referencias recientes de este legislador:

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