viernes, 8 de octubre de 2010

Día cuarenta y ocho. Un algodón y el servicio médico en Emergencias

Anoche tuve un accidente. Nada grave, en apariencia, pero si molestoso y hasta risible si se quiere. Mientras arreglaba algunas cosas en la habitación encontré unos hisopos. Decidí tomar uno y limpiarme los oídos. Error, doloroso error. Uno de los algodones se quedo dentro de mi oído derecho y mientras más trataba de sacarlo, más lo hundía.

Detesto los hospitales, detesto las emergencias. Hablo con mi novio y me dice que debo ir. La molestia empieza en mi oído y entiendo que no podré amanecer con ese algodón ahí.

Llamó un taxi. Le digo que me lleve a la Clínica de Especialidades Oriental, que queda en la avenida Sabana Larga, en Santo Domingo Este. Tengo malas referencias de la mayoría de las clínicas de la zona, pero confío en esta.

Llegó en pocos minutos. En la entrada de Emergencias de la clínica veo en un escritorio al doctor que asumo es quien debe hacer el registro y referencias de pacientes. Esta hablando por teléfono y lo deja un momento para escucharme. Le explicó lo que pasó. Me mira acerca su rostro a mi oído por unos segundos. Se sienta y me dice que no pueden hacer nada.

- ¿Cómo que no pueden hacer nada?
- Señorita, no tenemos con que sacar ese algodón. Venga a consulta mañana para que un otorrino la atienda.
- ¡¿Cómo que venga a consulta mañana?! El oído empieza a molestarme y no creo que pueda dormir con esta molestia. Además, ¿qué hago si tengo mucho dolor?
- Bueno, le podemos recetar algún calmante. Pero eso es delicado y aquí no tenemos con que sacarlo.

Acto seguido retomó su conversación por teléfono.

Estaba furiosa. Quería caerle a carterazos. ¿Qué clase de médico era ese? Salí afuera y tome un poco de aire. El enojo me aguaba los ojos. Mi novio me convence vía telefónica que debo moverme a otra clínica. Le digo que tengo temor de que digan lo mismo en otra clínica. Me dice que no es bueno que amanezca con ese algodón en el oído. Respiro y asumo la posibilidad de un recorrido clínico por toda la zona hasta que me saquen ese algodón del oído.

Segunda clínica. Entro a la sala de emergencias de la clínica Altagracia, a pocos metros del otro centro (¡ese maldit…!). Una doctora con cara de mucho cansancio me recibe. Le explico esperando la peor respuesta. Su respuesta me sorprende y me alivia.

- Siéntate. Va a ser un poco molesto.

Me siento. Veo que rebusca entre unos instrumentos que están en una bandeja. Levanta una pinza, cuyos sostenedores son parecidos a una tijera. Inclinó la cabeza. En un minuto la tortura acaba. Me mira.

- Lección aprendida. No te limpies los oídos con un hisopo.

Le doy las gracias y le preguntó cuanto debo pagar. Hace un “chuipeo” con los labios y me dice que nada, que por eso nada.

Me voy.

Pienso en el médico de lo otra clínica y me lamento que lo sea.

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