lunes, 24 de mayo de 2010

Día treinta y ocho. El “Zooberto”


La campaña electoral terminó. El boletín 14 de la Junta Central Electoral regaló dolores de cabeza, lágrimas, varias borracheras de celebración y alegres cálculos para los próximos seis años. Los afiches y vallas, signos perennes de cada evento electoral, empiezan a desaparecer de las calles. Sin embargo, uno de los elementos más llamativos de la pasada “pelea” entre candidatos sigue verde y frondoso en medio de los bocinazos y los tapones.

Un gorila, dos elefantes, una araña, una tortuga, una jirafa (que no sé por qué mi memoria no la registró), un águila y un cocodrilo –gigantes y desproporcionados- parecen que no serán objetos de atención de los pataleos de los perdedores, por lo que su fama mediática se ha convertido en cosa del pasado. Pero un domingo, como parte de mi agenda de trabajo, me tocó conocerlos por primera vez.

Nunca, hasta ese día, había puesto un pie en la isleta ubicada en la intersección de las avenidas Abraham Lincoln y Los Próceres, ahora rebautizada como Parque Temático. La referencia que tenía sobre la pequeña fauna de los gigantes metálicos verdes provenía de los dimes y diretes que causó su construcción por el Ayuntamiento capitalino y su posterior uso como arma en la campaña política entre el actual y reelegido alcalde, Roberto Salcedo, y el aspirante y perdedor al cargo, Alfredo Pacheco.

El “Zooberto” fue objeto de toda especulación, spots, protestas de lanzamiento de piedras…todo un espectáculo. La araña tenía diez patas, el gorila unos horribles ojos rojos, la serpiente (ya desaparecida por razones que luego les explicaré) levantó los más aciagos piropos por su atemorizante apariencia…

La visita
Bueno, volviendo a mí visita. Lloviznaba, así que tome mi sombrilla y empecé a recorrer la zona. Todo es verde, muy verde. Mucha gente caminaba en el lugar y miraba con mucha curiosidad. La mayoría no perdía tiempo en posar para las cámaras digitales y de los celulares para conservar el recuerdo junto a uno de los gigantes.

Me acerque a la araña. Dos señas de soldaduras daban cuenta de la operación de readecuación. Ahora tenía sus legales ocho patas. A la izquierda, algo lejos, estaba un elefante. Al voltear, hacía el extremo derecho del parque, vi otro elefante. ¿Por qué dos? Supongo que por la buena suerte, según creen algunas culturas orientales.

Los niños, fascinados, observan. El cocodrilo luce su boca abierta como esperando una presa. Unos guías, vestidos para un safari, vigilan para que las personas no pisaran la poca grama que circundan el espacio de las estatuas de mental. Ninguno tenía información sobre la fauna representada en el parque. Una de las guías se anima a hablar conmigo.

“Tu sabes que la serpiente fue muy criticada y el significado bíblico que tiene, con la manzana. Además había temor que por su cercanía a la avenida (Abraham Lincoln) alguna persona borracha o algo se espantara al verla y pudiera chocar”, me dijo cuando pregunte por la desaparecida serpiente.

Unos pasos a mi derecha estaba el gorila. El famoso gorila, gigantesco e imponente en medio del parque. De todos, era él quien más llamaba la atención y la mayoría de los visitantes se peleaban por un espacio a su lado para una foto. Recuerdo haber visto sus horribles ojos rojos en alguna foto y su protagonismo en el spot de campaña de Pacheco. “No queremos Kingkones, queremos soluciones”. ¡Qué falta de tino tuvo Pacheco! Pero como pedirle peras a un olmo (o mangos a una mata de aguacate).

Pero antes de saludar al gorila, pase por los proveedores ambulantes de alimentos y diversión momentánea. Algodón dulce, salchichas, helados, globos...giro la cabeza a la derecha. El MacDonalds esta lleno de visitantes. Sin duda, para ellos el parque ha sido la mejor inversión del Ayuntamiento…digo, la Alcaldía (que ya la nueva Constitución nos cambio la nomenclatura).

Por fin me aproximo al gorila y al igual que todos los demás posó para la foto del recuerdo. Me fijo que entre las piernas del gigante mono hay una señal de soldadura parecida a las de la araña ¿Qué le habrán quitado de ahí?

Han pasado 20 minutos. Falta poco para las seis de la tarde. No hay más nada que ver. Las avenidas alrededor del Zooberto están casi desiertas, panorama distinto a los días de semana cuando se respira más el humo que despiden los mufflers de los carros. Fin de la excursión.

Creo que volveré dentro de seis años, sólo por una sola razón: saber si el gorila sigue en el mismo lugar.

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