viernes, 9 de julio de 2010

Día cuarenta y uno. Cuestiones de ser y hacer

Creo que lo he dicho antes. Uno de los mayores retos de los humanos, todos, es nuestra lucha por la coherencia entre lo que somos, decimos y hacemos.

No es fácil. Las contradicciones son una constante en nuestras vidas. Nos cuesta reconocerlas, aminorarlas, trabajar sobre ellas. La vida es un camino con altas y bajas en este ejercicio, que nos hace grande o pequeños por dentro, según cómo las enfrentemos.

Muchas de estas contradicciones y la luchas sobre ellas viven en la intimidad de nuestras cuestiones, otras son más públicas. Día a día vemos, escuchamos y vivimos hechos que nos afectan, para bien o para mal. La acción o decisión sobre estos hechos nos muestra ante los ojos de los demás. Exponerse, corregir ideas, reconocer posturas erróneas o defender posturas que creemos correctas son manifestaciones claras de que nos interesa los que nos rodea, aunque a veces no acertemos en aportar algo para hacerlas mejores.

Asumiendo hechos recientes de violencia, corrupción, impunidad...es posible el hartazgo, las ganas de meterse en una burbuja, no escuchar, no ver, no opinar, no hacer. De largarnos. También atrapa el deseo de decir, desahogarse, de hacer catarsis. A veces todo nos deja paralizados.

En momentos así me llega a la cabeza gente como Martín Luther King, Mandela, Ghandi, Minerva, Julia (la directora de una institución de voluntariado que se llama Servir-D), Vianco Martínez, mi abuela...

¿Qué los hace ser y hacer? ¿Qué los hace y los hizo sobreponerse a la desesperanza, al deseo de la burbuja, a trabajar y esperar los resultados (no como muchos que quieren resultados inmediatos)?

Hace un tiempo vi la película Invictus. Sudáfrica vivió (y aun quedan remanentes) un sistema de racismo institucionalizado atroz y esa película, basada en una novela, dibuja un poco ese proceso de desconstrucción de ese sistema. Nelson Mandela lideró ese proceso, aunque no fue el único que trabajo para construir una sociedad más justa en ese país. Mandela venía de un posición social y económica distinta a la de la mayoría de los sudafricanos negros. Decidió luchar contra lo que les quitaba derechos a la mayoría. Estuvo preso por más de 20 años.

¿Tuvo él en algún momento el deseo de huir, de esconderse en una burbuja? Quizás. Supongo que durante su larga vida, al igual que todos nosotros, ha tenido sus fuertes contradicciones, sus intimas y públicas contradicciones.

Pero sobre todo eso logró algo, algo importante. Cuestiones de ser y hacer.

Les dejó el poema Invictus, del inglés William Ernest Henley, texto que recitaba Mandela durante sus años en prisión.

INVICTUS

Out of the night that covers me,
Black as the Pit from pole to pole,
I thank whatever gods may be
For my unconquerable soul. -
In the fell clutch of circumstance
I have not winced nor cried aloud.
Under the bludgeonings of chance
My head is bloody, but unbowed. -
Beyond this place of wrath and tears
Looms but the horror of the shade,
And yet the menace of the years
Finds, and shall find me, unafraid.
It matters not how strait the gate,
How charged with punishments the scroll,
I am the master of my fate;
I am the captain of my soul. - -


En español:


Desde la noche que sobre mi se cierne,
negra como su insondable abismo,
agradezco a los dioses si existen
por mi alma invicta.
Caído en las garras de la circunstancia
nadie me vio llorar ni pestañear.
Bajo los golpes del destino
mi cabeza ensangrentada sigue erguida.
Más allá de este lugar de lágrimas e ira
yacen los horrores de la sombra,
pero la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el camino,
cuán cargada de castigo la sentencia.
Soy el amo de mi destino;
soy el capitán de mi alma

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