lunes, 19 de julio de 2010

Día cuarenta y dos. No es una novela


Recuerdo los viajes de mi padre cuando era niña. Vivía en Venezuela y él se trasladaba varias veces al año a Colombia, su país de origen. De esos viajes esperaba siempre los chocolates que traía para mí y a mis hermanos. En lo que no reparaba, obvio por mi edad, era del peligro que esos viajes representaban para la vida de mi padre.

Desde mediados y finales del la década de los 80’s, del siglo pasado, Colombia era un campo minado gracias al narcotráfico, representado en el místico y contradictorio Pablo Escobar. Los coche-bombas, los atentados, las masacres. Ninguno de estos métodos distinguía quien era “merecedor o no” de morir bajo las técnicas de este sistema criminal.

No pasó lo peor con mi padre, como pasó con otros.

Años después, ya viviendo en Santo Domingo, me tocó celebrar un cumpleaños en uno de los centros de Hogar Crea. En esa época visitaba con otro grupo de jóvenes esos centros. Fue una linda noche, en la que alguien comentó que cumplía años y los internos decidieron cantarme “Feliz cumpleaños”.

Durante esas visitas vi niños de 12 años adictos a la heroína y al crack. Vi el rostro de madres, de madres tristes. Vi los estragos de la droga en el rostro y la vida de hombres y mujeres. Los que habían tratado una, dos, tres, cuatro…tantas veces de salir de su círculo vicioso.

Muchos nunca lo logran.

Hace unos meses, mi abuela me comentó sobre el caso de una persecución en el barrio, en Los Mina. Un chico fue golpeado por dos policías que lo persiguieron por varias horas. No había robado, ni matado. Su pecado: haber fallado varias semanas en el pago del “peaje” para mantener “su punto” donde vendía drogas.

Por mucho tiempo me tocó ver como cada viernes, cuando regresaba a mi casa desde la universidad en la noche, dos policías conversando con un grupo en una esquina de una calle del barrio. Todos sabíamos lo que esos muchachos en esa esquina vendían. Los policías no iban a apresarlos sino a “buscar lo suyo”.

Hace un buen tiempo no veo a los chicos en la esquina.

Hace dos meses, Jamaica vivió una “revolución callejera”. No la motivo ninguna idea política, ni la protesta por mejoras en la calidad de vida, ni una huelga de un sindicato de trabajadores. Su motivo fue defender a un narcotraficante, uno de los grandes, que había sido pedido en extradición. Más de 50 muertos, toque de queda por varios días y una capital colapsada.

El viernes pasado explotó en una ciudad norteña de México el primer coche bomba auspiciado por el narco. Cuatro muertos. En los últimos años, los muertos por atentados del narcotráfico en México suman miles. Viven su época “Escobar”.

Parece una enfermedad contagiosa.

El pasado sábado capturaron a José Figueroa Agosto en Puerto Rico. Vivió once años en el país luego de haberse escapado de una cárcel puertorriqueña. En medios de comunicación internacionales lo señalan como uno “de los señores de la droga”, uno de los responsables del gran tráfico de cocaína en la zona de El Caribe. Esa red funcionó durante su estancia aquí. Algunos relacionados a ella, según las autoridades, han muerto asesinados.

Muchos le han llamado a la búsqueda de este narco “novela”, porque ha implicado cosas como las reiteradas ruedas de prensa de las autoridades de seguridad que dicen y no dicen nada; las amantes alrededor del narco (la más famosa llamada Sobeida); los testaferros; los sicarios…o sea, el mundo que siempre rodea a este tipo de personas que encabezan carteles de narcotráfico.

Podrían pasar muchas cosas o ninguna de las que se especulan. Los cabecillas de estas redes siempre son sustituidos por otros, que heredan el puesto a golpe de billetes y de muertos. Escobar murió, pero con él no terminó el narcotráfico en Colombia. En los Hogares Crea, según leí hoy en un periódico, han ingresado niños de 8 años adictos al crack. En el barrio de mi abuela los puntos están y persisten. En Jamaica extraditaron a Coke, pero los que empuñaron armas para defenderlo y que ayudaron a que adquiriera el poder que tenía siguen ahí.

No, nada de esto es una novela.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, yo como tu, creci en la epoca de los 80 en Colombia, y si , este problema que se riega mas que un cancer, solo cambia de lugar. Siguen existiendo los consumidores, y mientras esto no cambie, la demanda seguira. Hoy por hoy el problema ha subido de Mi natal Colombia donde los grandes capos han sido desplazados por los del minoreo, a Panama, donde ahora se organizan en gangas, hace unos 3 anos mi esposo y yo deseabamos mudarnos de Estados Unidos alla, lo triste es que hoy por hoy, los crimenes que yo veia a diario en mi Cali natal en los 80, son el pan de cada dia en la ciudad de Panama. Mientras existan jovenes debiles que buscan aplacar una ansiedad, y seres inescrupulosos a los que no les importa danar generaciones, familias, ciudades y paises, seguiremos igual. Este es un mal que solo se muda, no se elimina totalmente. Mientras exista gente que endiose a los Pablos Escobares, a los Junior Capsula, y a las plasticas Sobeidas, la cosa seguira creciendo igual que un cancer metastacizado. Es una podredumbre total. Si no se le enzena a la ninez, el honor del trabajo, el dinero ganado facil sera la meta a alcanzar. Hace falta ensenar mas moral y temor a Dios, por cada nuevo enviciado deberian de aumentarle la pena a estos desgraciados.

Argénida Romero dijo...

Anónimo: es una situación difícil por donde quiera que la tomes. Demasiado apoyo velado, demasida novela tapando lo importante.