lunes, 11 de abril de 2011

Declinar, esa es la cuestión

¡“Vamos, Miguel”! El grito me espantó. La voz había resonado antes, pero esta vez, me pareció, tenía mayor fuerza. Mi colega, a mi lado, trataba de calmar el calor abanicándose con la nota de prensa que nos habían entregado minutos antes y en la que la palabra declinar aparecía en la primera línea del primer párrafo.
Declinar. La palabra nos golpeo a todos en los ojos cuando la leímos e hicimos las más variadas bromas sobre su significado en el acto en que nos encontrábamos. Miguel Vargas Maldonado, presidente y ex precandidato a la nominación presidencial de Partido Revolucionario Dominicano (PRD), anunciaría que aceptaba la victoria de su oponente. Pero no lo diría así. Prefiria decir que “declinaba” sus aspiraciones.
Las bromas seguían. Alguien recordó que la palabra la había oído el viernes pasado, pero en boca del presidente de la República, Leonel Fernández. El viernes, sentada en la redacción del periódico, escuché la voz del mandatario decir “declinar”. Fernández declinaba su aspiración a repostularse a una posición que la Constitución le prohíbe volver a asumir de inmediato.
Declinar, sin lugar a dudas, parece la palabra de moda entre políticos para anunciar que dejan lo que no pueden tener aunque quisieran, pienso, mientras algunas miradas de reproches empiezan a rozarnos.
Vargas Maldonado sigue hablando. Trato de buscar un hueco entre las decenas de cabezas delante de mí. Sólo alcanzó ver la pantalla donde hace varios minutos, y antes de que Vargas comenzará a hablar, se proyectaran fotos de la campaña del hoy "declinante", presentación que fue acompañada, bombillos apagados, por la voz del cantante brasileño Roberto Carlos. “Tu eres mi hermano del alma realmente un amigo...”, mal sonó en los altavoces. Era el tributo de sus seguidores. "Esa canción la ponen cuando alguien se muere", dijo otro de mis colegas en ese momento.
El calor me agobiaba y me recordó otro acto político de ayer, domingo, cuando escuchaba a Danilo Medina –precandidato por la declinación de Fernández…digo, candidatura presidencial del Partido de la Liberación Dominicana- prometer aumentar el horario de clases de 8 de la mañana a 4 de la tarde, para que el gobierno dé desayuno, comida y merienda a los niños pobres. Novedosa promesa.
El encendido discurso se detiene un momento. “Parece que se le perdió una hoja”, me dice otro colega que voltea su rostro hacía mí. Recordamos que Hipólito Mejía, el ganador de la candidatura que declinaba Vargas –una candidatura ganada en un proceso interno pero cuestionado por el protagonista de esta calurosa y masiva rueda de prensa-, perdió una hoja de su discurso durante su toma de posesión como presidente de la República en el año 2000.
El fotógrafo que me acompañó me dijo minutos después de que finalizará el acto que el presentador, un locutor que recuerdo anunciaba los números de la lotería en el gobierno del PRD del 2000 al 2004, trató de ayudarle con el impase. Según el fotógrafo, Vargas lo echo a un lado.
La falta de visibilidad me impidió corroborar la perdida de la hoja y el empujón al colaborador presentador. Escucho nuevamente la voz de Vargas. Parece quebrarse en un momento. ¿Ganas de llorar? El espacio es reducido. Detrás de mí, un colado en el área de prensa (una tarima colocada al fondo del salón) grababa el discurso con su Blackberry.
“La unidad del partido y la tranquilidad están por encima de cualquier aspiración personal”. Me gustaría ver el rostro de Vargas, pero no puedo. Me recuesto de la pared y escucho la palabra que leí en el papel, el mismo papel que no lograba calmar el sopor de mi colega. “Declinó mi aspiración a ser el candidato…” y sigue con su réquiem. Pide a sus seguidores apoyar a su ex contrincante. No todos aplauden.
¡“Que ganen solos”!, voceó otro apasionado. La algarrabía y el cuchicheo, que retrasaron en principio el discurso de Vargas, volvió por unos instantes. El otro “voceador” dice algo que no entiendo, pero que retumba. Algunos los mandan a callar. La relativa calma en el atestado salón regresa.
No prestó atención a sus últimas palabras. Luego del aplauso final, sus ex seguidores empiezan a abandonar el caluroso lugar. Mis colegas y yo tratamos de bajar con cuidado de la tarima. Un enojado perredeísta dice algo con rabia a un periodista. Parece que alguno de los tantos comentarios de mi colega no le cayó muy bien. El asunto no pasó de las palabras.
Salí como se sale de un concierto de masiva asistencia, pero sin la alegría que acompaña a los que se pasan horas bailando y cantando. Todo lo contrario. Afuera alguien vocea: “Para un buen papá una buena mamá (pero sin el acento final)". El sentido de la frase, que de doble tiene poco, hace reír a algunos. Todos saben a quién se refiere. Según algunos rumores, ella también declinará. No se le podría reprochar. La palabra está de moda.

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