jueves, 14 de abril de 2011

Todos

“Permiso, permiso, permiso”. Repetí esa palabra como mantra mágica para llegar al fondo del salón, donde se encontraba el ex presidente de la República y candidato presidencial del PRD, Hipólito Mejía. Hacía calor, mucho calor. Había gente, mucha gente. Era el primer acto político de Mejía luego de que su contricante, Miguel Vargas Maldonado, “declinará” su afán de reiterar que el ex presidente no ganó en buena lid su candidatura. Otro capítulo de los gajes del oficio político.

Después de superar la prueba de obstáculos, que incluyo uno que otro pisón de pies, lo logré. Llegué lo más cerca posible, junto a una bocina (de estar en ese lugar me arrepentiría minutos después). Pegada de la pared, salude a los colegas a mi derecha. Vi caras conocidas, caras que vi hace unos años y que tenían mucho sin mostrarse en público.

Vi el rostro de dos ex síndicos que no salieron con un buen historial de sus gestiones, incluyendo a uno que apellidaron “Basura” por la similitud fonética con su verdadero apellido y que venía como “anillo al dedo” con la cantidad de desperdicios que ocupaban las calles durante su sindicatura. El otro lucía un afro no muy acorde con la moda actual. “Se ve que está en olla”, escuche a alguien decir.

También observé a un ex diputado, acusado de haber sostenido relaciones sexuales con una menor de edad, situación que lo obligó a dejar sus afanes de reelección por repetir curul en la Cámara de Diputados. Su esposa ahora ocupa su lugar en el Congreso. Hacía su izquierda me encontré con el rostro del que fuera el Supervisor de Obras del Estado del gobierno de Mejía.

Los ex síndicos y el ex diputado fueron parte de la campaña de Vargas Maldonado. Ahí estaban para pasarse a la otra acera. Cuando llegué hablaba el ex síndico del cambio de apellido. Al finalizar, un señor delgado que fungía de presentador (y cuyo nivel de voz me hizo arrepentirme del lugar que había ocupado) anunció al ex diputado. Arengó a sus colaboradores a trabajar ahora de este lado de la acera y esperar recompensa. Los recuerdos de los viejos tiempos en el poder fueron de frecuente referencia.

Hipólito miraba al público sereno. Sudaba. Todos en la mesa sudaban. Yo sudaba. Y estoy segura que todo el mundo sudaba.

Le tocó el turno al ex síndico del afro pasado de moda. Parecía un poseído cuando empezó a hablar y lo que dijo pareció salir de su lado más oscuro. “¡Estoy dispuesto a salir con una ametralladora para ametrallar a esos criminales!”, dijo refiriéndose a partido de gobierno. Un gran “O” se dibujó en el rostro de mis colegas y del mío. Nos miramos. Anotamos.

“¡Cuatro años más!”. Era una voz portentosa y que a ratos subía sobre todas las demás. “¡Papolón, cállate!”, escuche entre las voces que le pedían que dejara sus emocionadas expresiones. Sí, conozco a Papolón, ex regidor que vive en el mismo barrio de mi abuela. ¿Quién no conoce a Papolón por los predios del sector de Pidoca, en Los Mina?

Habla el ex director del Renove, el plan aquel de los autobuses para el transporte de pasajeros que resultó ser un fraude. Estuvo preso por el caso, luego en prisión domiciliaria y luego indultado. Hablaba de volver al poder y presentó a Mejía.

Mejía habla de unidad, de un protocolo para armar esa unidad “para que no se interprete cada cual a su manera”. Habla de abrir puertas y ventanas para los partidos aliados. “Los pequeños partidos que abandonamos”, dice. Habla que aunque su campaña iniciará luego de Semana Santa, este acto es un calentamiento. Habla de volver al poder. Habla prometiendo que se acabarán los apagones, la situación difícil. Habla.

En su hablar no olvida las ametralladoras y le responde al ex síndico del afro pasado de moda. “A lo mejor necesitamos un tira piedra. La democracia dominicana prefiere tener un tira piedra que utilizar las herramientas que matan”. De balas a piedras, es un cambio significativo.

En el fondo se intercalan los aplausos, la voz gritona de Papolón, las consignas de “¡Papá, papá!”. El calor. Y Mejía dice que no le interesa la situación interna de sus contrincantes en el gobierno. No, no habla de “Mamá” (el sobrenombre de la Primera Dama como precandidata a la candidatura presidencial por el partido que preside su esposo). Dice que le ganará a cualquiera.

Finaliza. Calma el ánimo de los congregados porque quiere responder preguntas a los periodistas, a aquellos que llamó “talibanes” en su pasado gobierno. Escucha con calma, responde con calma. Dice que se reunió con Vargas Maldonado, que el domingo reunirán al máximo organismo de partido. A mi lado un señor empuja por llegar donde “Papá” con un folder en las manos. “Dígame usted, poeta”, le dice a uno de mis colegas. Mi colega también tiene un apodo en esta campaña. El señor del folder sigue empujando.

Finaliza con las preguntas. Se despide y da la vuelta. No veo al señor del folder. Papeles de confeti llenan el salón. La gente se apresura a salir. Otra vez, como al final de un concierto, salgo arrastrada por los empujones, pero contrario al acto de Vargas Maldonado, aquí la gente parece que cantó y bailó. Las sonrisas son la estampa. Tienen esperanza de volver, de estar en el gobierno. Todos esperan eso.

¿Entraran todos, todos?

2 comentarios:

Víctor Manuel Ramos dijo...

Excelente, Argénida, muy bueno, muy bueno, de verdad. Retratas muy bien la surrealidad de la dominicanidad, sobre todo en su política. Ahí hay material para más. Piénsalo.

Maritza Bueno dijo...

En estos momentos de campaña política, mi pais se asemeja a la mujer abusada, que se olvida de los maltratos, solo porque el hombre viene (dizque arrepentido) con cara de bueno, ofreciéndole villas y castillos. Nace nuevamente la verde esperanza y se la volverá a comer el burro.