miércoles, 3 de abril de 2013

Día noventa y dos. La distancia entre un pajarito y una zarza


REUTERS


Hugo Chávez ha reencarnado en un pajarito, o su espíritu. Eso dijo Nicolás Maduro, presidente encargado de Venezuela y candidato a la presidencia. Lo dijo al inició de la campaña electoral más corta que conozco, una que durara diez días.

Chávez y su espíritu es la batuta de Maduro. No hay discurso, intervención, reunión o declaración en que Maduro no deje de mencionar al fallecido mandatario.

Es como la famosa zarza ardiente de la Biblia. Una zarza que arde y no se consume. Y que habla.

Y el pajarito le habla a Maduro. Y la zarza le habló a Moisés. Maduro asume la postura de dirigir a un país desde el mimetismo chavista. Le dicen "hijo de Chávez". Moisés también asumió su liderazgo desde que la famosa zarza le habló. Sacó al pueblo de Israel de Egipto. Dicen que habló cara a cara con el dios de los judíos.

Los dos dedos de frente nos dicen que tanto el pajarito como la zarza son metáforas. Pero el sentido puede ser macabro, si lo pensamos.

Israel reclama, desde este cuento bíblico con bastante huecos históricos, un territorio hoy en día. Y lo hace sin metáforas de por medio, aunque el origen de todo sea una zarza ardiendo en el desierto.

Maduro parece querer tomar la estrategia. Si Chávez era el dios, él es el elegido, su portavoz. Pueden decir que está loco, que es un "disparatoso". No lo creo. Sabe lo que hace al infantilizar a los votantes. A convertir su zarza en pajarito.

Tanto la zarza como el pajarito son dos absurdos, pero son absurdos útiles.

Parece que lo diferente a lo mismo no es tan diferente como pensabamos.

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