miércoles, 12 de enero de 2011

Día cincuenta y siete. Un año después


Un año después Haití sigue estancado en su tragedia. El terremoto fue la gota que rebosó su vaso, su vaso de pobreza, de descuido, de Estado a merced de unos políticos sin otro propósito que el de llenarse los bolsillos.

La gente en Haití sólo ora, al Dios o a los dioses que parecen no haberles escuchado nunca. Ora para consolarse, pero ese consuelo no les dará nada, ni un paso hacia delante, ni caminos, ni líderes que tenga humanidad suficiente para darse a lo poco que queda, para ayudarlos a levantarse.

¿Qué le podemos exigir a un pueblo que sobrevive de la caridad, que su día a día se juega en buscar que comer, donde dormir, en no morir?

¿De que sirven las flores para los muertos si los vivos viven muriendo?

No creo en los milagros, no existe Makandal. Creo en las acciones. En Haití las acciones están ausentes.

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