miércoles, 11 de febrero de 2009

Día nueve. De un robo y burocracias (1)

Las cotidianas novedades de la impotencia

“Aquí no se respeta de la selva ni la ley”. Irremediablemente cotidiano, Enrique Bunbury

El viernes pasado fui “cartereada” en un vehículo de transporte. Acababa de salir del dentista. Mi error: tomar el carro sin fijarme mucho. El señor a mi lado empieza a moverse instantes después de subirme. El chofer lo secunda y pide que me acomode. Tarde descubrí en la trampa en que estaba metida.

El chofer me dice que alce el brazo y lo pase por detrás del pasajero que va a mi lado (pensé: este hombre me va atajar el brazo para no dejarme salir). Aprovechando que había reducido la velocidad con la excusa que no podía pasar los cambios por mi supuesta “mala posición en el asiento”, le grite que me dejará. Abrí la puerta y salí disparada. La cartera estaba abierta. Ya mi monedero no estaba. Mil quinientos pesos menos y sin documentos. La impotencia era más dolorosa.

Me pase el día cancelando tarjetas, tomando calmantes para el dolor de cabeza, traspasando dinero a una cuenta de un amigo (gracias Wilson Rosado), para que me hiciera el favor de retirarme el dinero (me quede sin un quinto). Un día difícil.

Sin embargo, las mayores dificultades la empecé a afrontar al día siguiente.

La denuncia no es gratis

Al día siguiente, sábado, me dirijo al Palacio de la Policía. Hace casi tres años fui victima de un robo a mano armada, camino a mi trabajo. Así que la experiencia de hacer una denuncia por robo no era una novedad para mí. Claro, no contaba con la astucia poco halagüeña de nuestra cotidianidad.

En la pequeña habitación un joven procesa las denuncias. “Dime, linda”. Creo que demasiado simpático para mí gusto. Le doy los detalles del robo. En ese momento llega otro señor. Había sido víctima de un atraco con armas de por medio. Era su primera experiencia.

Entre conversaciones, el joven me entrega tres papeles. La denuncia en general y dos a los que llama certificaciones. ¿Certificaciones? Eso es novedad. Me dice que son necesarias. Una para obtener el duplicado de mi cedula y otra para el carnet del seguro.

Dudo sobre la necesidad de estas certificaciones, pero estoy acostumbrada a los cambios constantes de procesos burocráticos. Le devuelvo los documentos en dos ocasiones. La primera por errores en mi nombre, y la segunda porque además de los errores anteriores había agregado otros a mis apellidos.

Al fin listos. “Son ochenta pesos por cada certificación”, me dice mientras pega de los documentos un timbre. No salgo de mi asombro. Le preguntó el por qué y me dice que ahora es así y que si no llevo esa certificación no podré retirar el duplicado de mi cédula ni del carnet de seguro.

Vuelvo a dudar. Pero, pienso, si no los llevo y me lo exigen tendré que nuevamente volver. Eso significaba otra mañana del Palacio de la Policía, lugar poco grato para mí, sin contar en que de seguro tendría que corregir faltas ortográficas en mi nombre por tercera o cuarta vez.

Le pago y me marcho. Es casi mediodía. Voy de viaje al interior, a Santiago (momentos buenos a pesar de las lluvias). Decido, por lo tanto, dejar el resto de las diligencias para el lunes.

Camino a la estación del autobuses pienso en algunas cosas. Soy extranjera (venezolana de nacimiento, de madre dominicana y padre colombiano) y sé –por experiencia vivida- que para los no nacidos en esta tierra “en el mismo trayecto del sol” los procesos burocráticos son doblemente engorrosos.

Pero decido ponerme positiva y pensar que la recuperación de mis documentos, aunque con las mismas dificultades de siempre, no serán nada de otro mundo. Claro, seguía sin contar en la capacidad de la astucia poco halagüeña de la cotidianeidad.

Continuará…


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Primera imagén tomada de Derecho en la Guía 2000 http://derecho.laguia2000.com/derecho-penal/delito-de-hurto


6 comentarios:

Baakanit dijo...

Siento mucho lo que te ha pasado chica.Con esta crisis y los ladrones revolteados que tenemos en la islita hay que andar con los ojos pelaos.

No entendí bien la descripción que hiciste del atraco.

El chofer y el pasajero estaban combinados?

"(pensé: este hombre me va atajar el brazo para no dejarme salir)."

Cuánta gente iba en el carro? que sentías como que te iban a secuestrar?

Cuando saliste del carro por qué lo hiciste? Te diste cuenta que algo no andaba bien? O lo hiciste porque el chofer 'taba medio propasao?

Disculpa el interrogatorio.

Espero que todo el papeleo haya salido bien, en nuestro país tienen una burocracia divina, ya me imagino las malas horas.

Saludos y cuídate.

Anónimo dijo...

Caray, siento que pasaras por esa clase de momentos (el robo). Al menos no hubo de por medio armas de cualquier tipo como me paso en alguna oportunidad.

Sobre el papeleo, hace unos dias tuve que hacer unas cosas en el Palacio de la Policia y tambien me entere de ciertos pagos que se debian hacer. La pregunta del millon: Que hacen con todos esos impuestos que se pagan ???.

Asumiendo que ese dinero recaudado es invertido en la propia policia, no se ven los resultados.

Anónimo dijo...

Baakanit, siempre andan combinado cuando se trata de un Carro publico, si es una "Guagua" es posible que anden combinados.

La táctica cuando es a cartereal, siempre es la misma, el chofer se siente incomodo porque no puede pasar los cambios y te encuentras en el medio del chófer y el carterista (que son personas super habilidosas), entonces te piden que te acomodes, mientras te mueves ellos aprovechan para hacerte el robo.

Puede ser que el pasajero de delante (el carterista) tenga un bulto, una funda u cualquier otra cosa que le permita esconder sus manos de tus ojos.

La joven se dio cuenta de lo que pasaba y decidió quedarse, pero ya ellos le habían tumbado el monedero porque su cartera es abierta o lo estaba, fácil para un carterista.

A mi lo han intentado hacer, pero como uso cartera delante, les clavo el codo en la misma y terminan devolviendome el pasaje, porque supuestamente se equivocaron de ruta.

Espero el próximo post.

Rosa Silverio dijo...

Arge, como te dije, lamento mucho que te hayan atracado.

Es una situación tan desagradable. Por suerte no te hicieron daño.

Lo peor cuando se pierden los documentos es que luego hay que empezar a lidiar con el papeleo, cosa que yo odio, y a veces todo se vuelve tan burocrático.

Amiga, espero que resuelvas lo de tus papeles pronto. Ah, y que te den tu cédula dominicana.

Para la próxima, cuidado con el carro al que subes.

Abrazos y besos.

Ginnette dijo...

A mi me asaltaron en un carro público hace varios años. Un sábado en la mañana, imagínate.
Es horrible la sensación de paranoia que te deja.
Yo estaba mal mal despúes que eso pasó y aunque gracias a Dios no tuve que hacer ese papeleo, el llamar a los bancos y la impotencia de saberse víctima es indescriptible.
Ojala y aparezcan todos tus documentos Arge. Un abrazo

Sergio E. dijo...

¡Chama! Tanto que te conté cuando estuvimos juntos de mi cartereada en Santiago (exactamente igual a la tuya, sólo que a mi me sacaron la billetera del bolsillo delantero y ¡la volvieron a poner vacía de baro$!)... Pero, ¡gracias a Dios no te pasó nada a ti! Por lo de la burocracia, no te sorprendas, es una forma de extorsionar, no tan nueva... porque se combinaron con la DGII para que te exijan la dichosa certificación en todas partes. Ahora, saca tu licencia de conducir y cuídate mucho. Un beso.